El artista presenta este sábado su disco Charanguisto a Cocina de Culturas. “El uso del instrumento se ha expandido”, asegura.
El gesto de rebeldía que al final de la infancia lo llevó a elegir el único charango que, entre tantas guitarras, había en el armario del instituto de arte, es posible que aún siga latiendo en la pasión con que sus dedos se entrelazan en la brevedad del diapasón y los cinco pares de cuerdas. Rolando Goldman ha hecho sonar la historia de su vida junto a ese instrumento de profunda raíz americana, hasta convertirse en uno de los máximos referentes de este tiempo.
Su nuevo disco no podía tener un titulo más apropiado: Charanguisto. A la manera de antes, está planeado en dos lados: en uno, junto a otros artistas del continente, recorre un puñado de razones latinoamericanas grabadas en la emoción del instrumento; en el otro, aborda música argentina en una suite para charango y quinteto de cuerdas, con arreglos de Juan Quintero.
“Uff, hace 41 años que sucedió. Entonces tenía 12 y mi profesor era Arnoldo Pintos (sí, el mismo de los cuadernos para aprender a tocar en la guitarra música criolla), y quería que aprendiera guitarra. Pero resistí y me aferré a un charango”. El color con el que suenan esas cuerdas pronto le dio una pertenencia y un paisaje imaginario que un día se volvió real. “El norte argentino, Bolivia, Perú… por suerte pude recorrerlos desde que era muy joven”, cuenta el músico nacido y vivido en Buenos Aires.